sábado, 19 de julio de 2008

SALA DE ESPERA V: LO QUE NO LLEGA AL CONSULTORIO

Salud y trabajo

Por Mario Martínez

“La Doliente Anemia” era un café de Pompeya. Quedaba en la calle Río Cuarto, cerca del puente.
Había sido fundado por Eleuterio Uzabeitía, El Vasco, en un críptico homenaje a Celedonio, solo para entendidos. El nombre también intentaba denunciar la enfermedad que se unía a la miseria, a las que El Vasco, desde su anarquismo, estaba dispuesto a combatir.
Los recuerdos del café son celosamente conservados por algunos vecinos del barrio, y pocas veces los comparten.

Esa tarde se había vuelto toda gris.
Eran tres alrededor de la mesa que daba a la ventana. El Tipo lo había visto todo. El Otro asentía o preguntaba. La Que Permanecía Callada tenía la vista fija afuera, como lejos.
El Tipo contaba: Fue increíble, ¡Increíble! Un minuto de distracción. ¡Qué digo un minuto, un segundo! Estaban dando los últimos brochazos al frente, ya terminaban, la casita estaba quedando hermosa.
Había uno en el andamio. Abajo dos más, entretenidos en juntar las herramientas.
De golpe uno de los de abajo levanta la vista para decirle algo al del andamio, y ahí lo ve. ¡Ahí se da cuenta! El de arriba se sacudía, con la cara desencajada, los ojos dados vuelta. ¡Le había pegado un brochazo a la caja de la luz!
¡Qué desesperación! Acotó El Otro.
Imaginate, agregó El Tipo, ¿Qué hacés en un momento así?
No hay que ser pobre, murmuró para si La Que Permanecía Callada.
El Tipo siguió: El de abajo ni lo pensó, agarró una escalera y le pegó fuerte al andamio.
¡Que coraje! Agregó El Otro.
¡Y que te parece! Pero eso no fue todo, aclaró El Tipo. Como vio que el de arriba se le venía, se afirmó bien para atajarlo. Cuando llegó la asistencia pública los encontró uno sobre el otro, desmayados, pero vivos.
¡Un milagro! Completó El Otro.
La pobreza te alcanza justo para comprar desgracia, volvió a murmurar para si La Que Permanecía Callada.
Decí que el barrio ya le organizó la ayuda a la mujer del que se vino en banda, siguió contando El Tipo. ¡Tres pibes tienen! Y estaban cobrando por día, era una obra chica, y el que los contrató les pagaba así. Si no aparecía la ayuda los pibes se quedan sin morfar.
Ah, en eso te podes quedar tranquilo, sentenció El Otro, los de abajo siempre ayudan.


BIEN DE ABAJO
(1967)
Letra: Héctor Negro
Música: Arturo Penón
Osvaldo Pugliese con la voz de Abel Córdoba.

Yo soy bien de abajo y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala y al fin le gané.
Me pesó en el lomo conservar el rumbo.
Me costó mis golpes, pero no aflojé.

Peleé por la luz que quisieron robarme
y si perdí cosas, salvé lo mejor.
Hoy tengo el orgullo de no doblegarme.
De saber que nadie me vende un buzón.

Por eso mi tango nació retobado.
Porque me he cansado de ver aguantar.
Cuando .creo en alguien, me pongo a su lado.
Y si estoy jugado no me vuelvo atrás.

Y si es que mi vida la vivo a los saltos,
tengo tanto asfalto que caigo "parao".

Soy sangre rebelde, muchacho de abajo.
Yo creo en mis brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado izquierdo me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos me miran de más.

Mi barrio y mi gente, escuchan mi credo,
que a los barquinazos aprendí a cantar.
Como un canto arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios para protestar.

No hay comentarios: