sábado, 28 de marzo de 2009

Sala de Espera: Lo que no llega al consultorio


Por Mario Martínez

Como seguramente recordarán nuestros radioescuchas, Arturo es Trabajador Social y está encargado de los pacientes con diabetes que concurren el Servicio de Endocrinología del Hospital. Ya habíamos comentado también que lo que realmente lo entusiasma es el trabajo con los pacientes más jóvenes.
Esa mañana se desenvolvía de manera por demás tranquila, hasta que su asistente le acercó ese papelito escrito por Ricardo, uno de sus pacientes adolescentes, solicitándole urgente atención.
Arturo se tranquilizó, sabiendo que las “urgencias” de los chicos eran relativas, ya que si estas ponían en riesgo su salud, acudían al médico y no al trabajador social. De todas maneras le pidió a su asistente que lo hiciera pasar.
-Hola doc, gracias por atenderme, saludó Ricardo.
Todos los chicos sabían que Arturo no era doctor, pero igual se dirigían a él de esa manera, ya que les resultaba extraño eso de “licenciado”.
-¿Cómo estás Ricardo? ¿En qué puedo ayudarte?
-Lo molesto a usted porque lo que necesito es cambiar de médico.
-¿Y puedo saber por qué? Preguntó Arturo.
-¿Es necesario? Contestó Ricardo.
-Mirá, si, es necesario. Es parte de mi trabajo verificar el bienestar de los pacientes. Por eso te lo pregunto. Pero quedate tranquilo, esto no sale de aquí.
-Bueno: lo que pasó es que la Dra. González me tiró onda… explicó Ricardo.
-Un minuto Ricardo, necesito tenerlo claro: ¿Me estás diciendo que la Dra. González te sugirió que se había enamorado de vos?
-Y… si… Más o menos fue así.
-Bueno, quedate tranquilo, yo te consigo otro turno. Dejalo en mis manos.
-Gracias, doc, muchas gracias. Nos vemos. Se despidió Ricardo.
Arturo se quedó preocupado. Conocía muy bien a la Dra. Cristina González. Era joven y muy bonita, pero le resultaba difícil creer lo que Ricardo afirmaba. Estaba en pareja con otro profesional del Hospital, y se los veía muy unidos y felices.
-Pasá Arturo, ¿A qué debo el honor? Lo saludó Cristina.
-Mirá Cristina, vengo a contarte algo que me relató un paciente tuyo. Si lo hago es porque te conozco y respeto, y quisiera tener también tu versión. No es que lo que me hayan contado me parezca mal, solo es que quiero estar seguro.
-Arturo, me preocupás.
-No, no me parece que sea para tanto. ¿Lo tenés presente a Ricardo Rodeiro?
-Si, ¿Cómo no?, el chico con diabetes.
-El mismo. Me pidió que le consiguiera turno con otro médico, porque vos le habrías dicho que te habías enamorado de él.
-No, Arturo, es al revés. Él me dijo que se había enamorado de mí. Te juro que puse todo mi empeño en explicarle por qué no podía ser, pero evidentemente fallé. Pobre chico ¡Había tanta ilusión en esos ojitos!
-No te preocupes, se lo voy a pasar a la Jefa. Es experta en mal de amores.


Volver a los 17Violeta Parra (1964)


Volver a los 17
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente
Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo
Como un niño frente a dios
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo.

Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra
Hay si..., si..., si...

Mi paso retrocedido
Cuando el de ustedes avanza
El arco de las alianzas
Ha penetrado en mi nido
Con todo su colorido
Se ha paseado por mis venas
Y hasta la dura cadena
Con que nos ata el destino
Es como un diamante fino
Que alumbra mi alma serena.

Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra
Hay si..., si..., si...


Lo que puede el sentimiento
No lo ha podido el saber
Ni el mas claro proceder
Ni el mas ancho pensamiento
Todo lo cambia el momento
Cual mago condescendiente
Nos aleja dulcemente
De rencores y violencias
Solo el amor con su ciencia
Nos vuelve tan inocentes.

Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra
Hay si..., si..., si...

El amor es torbellino
De pureza original
Hasta el feroz animal
Susurra su dulce trino
Detiene a los peregrinos
Libera a los prisioneros
El amor con sus esmeros
Al viejo lo vuelve niño
Y al malo solo el cariño
Lo vuelve puro y sincero.

Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra
Hay si..., si..., si...

lunes, 23 de marzo de 2009

Ecoguardianes 21 y el Ambiente



Nos escribió Carlos Calisto, Coordinador de los Guardianes del Riachuelo, a raiz de nuestro programa sobre la salud y el medioambiente. Carlos nos envió una presentación de power point sobre el trabajo de la Cooperativa. Aquí va el texto completo de su mail: Estimados: El pasado viernes, les confieso que casualmente(existen las casualidades?) les escuché y me puse en contacto telefónico con Uds. (Emilia me atendió). Estaban requiriendo Uds. información de quienes están "haciendo por el Ambiente" (así completo y sin "medio", ya que eso, "solo María Julia pudo hacerlo", llevarse la mitad a la casa...). Cumplo lo prometido y les hago llegar la presentación en Power Point que - hecha por el grupo- les ilustrará en detalle (espero puedan bajarla) de las actividades. Además les adjunto el texto de la presentación que efectuaran en la Legislatura porteña en ocasión de la Audiencia Pública sobre la "posible" licitación de la recolección de basura (aún no concretada). Es ilustrativo de lo que hacen y piensan. Les agrego que en pocos días mas (mas excatamente el 31 de marzo) finaliza el convenio de apoyo que - via Urbasur- les viene facilitando el cobro de viáticos por la tarea que realizan. No cualquier tarea por cierto, es de alto riesgo, insalubre; en zona que las "autoridades" (éstas y las anteriores) no consideran "existente"; con una paga mínima ( no llegan a los mil pesos) y a la que "todo el mundo" ve muy bien (visitas, fotos, comentarios) pero que no están dispuestos a solventar... Cosas que pasan. Los muchachos de la Cooperativa (ahora constituída) han logrado de los vecinos una conducta y regularidad envidiables y dignas de imitación. Por mes recogen 200 toneladas de basura que NO VAN al Riachuelo. Y ésto no son palabras. Son hechos verificables. Y por si algo faltaba se han constituído en el barrio (no le llamamos villa) en referentes. generando concienca ambiental, coordinando con otras organizaciones, llevando adelante acciones y levantando ahora una construcción para Galpon de acopio y reciclado que els permitirá completar su tarea. Y, dando y demostrando que pueden trabajar y dignificar su vida, la de sus flias, y al barrio todo (y hablo de no menos de treinta mil personas). Quedo a las gratas órdenes y confío en que la difusión que Uds. le den contribuya a despertar conciencias y que entiendan que ésto es una acción concreta y replicable a poco que exista la voluntad de hacerlo.
Carlos Calisto

Gracias Carlos. Vamos a comunicarnos contigo para difundir la experiencia de Ustedes.
Un abrazo,
Los IM-PACIENTES

lunes, 9 de marzo de 2009

Sala de Espera. Lo que no llega al Consultorio




Por Mario Martínez

Milagros tiene 15 años. Había nacido y crecido en Nuevo Alberdi, en las afueras de Rosario.
Nunca nada había sido fácil. Excepto enamorarse de aquel chico. No supo bien de donde apareció, pero a partir de ese momento pasó a ocupar todo su mundo. Hasta que tuvo el primer atraso. La falta de su menstruación coincidió con la ausencia de su pareja.
Todo esto lo recordaba al compás del rechinar del viejo elástico de la cama que ocupaba. Allí se había enterado que estaba en trabajo de parto. Junto a ella había otra paciente, una mujer grande. Se la veía tranquila, más bien aburrida. Hasta había aprovechado una ausencia de las enfermeras para fumar un cigarrillo.
Milagros en cambio estaba muy asustada. Tanto los relatos de su madre como los de sus amigas, o de otras mujeres de la familia o del barrio, le anticipaban que ahora llegaría lo peor: dolor, sangre. Milagros hubiera deseado tener a alguien junto a ella, alguien que la quisiera un poco.
Gloria tiene 38 años. Hace dos que trabaja en la terminal de Once limpiando los baños. Nunca le gustó ese trabajo, pero al menos consiguió que no la echaran en todo ese tiempo, como había sucedido con los anteriores. Ella se esforzaba por hacer exactamente todo lo que le pedían. Pero igual llegaba ese día en que le “comunicaban que prescindirían de sus servicios”. Ella no usaba esas palabras, las había aprendido de tanto ser echada.
Ahora respondía las preguntas del policía que le tomaba declaración. Gloria había denunciado la presencia de un feto humano en uno de los baños. Sabía que a partir de ese hecho, otra vez iría a parar a la calle. Sabía que lo peor que podía hacerle a un patrón, era traerle problemas.
Gloria lloraba en silencia, en parte por su futuro cierto, y en parte pensando que habrá sido de la pobre chica que abortó.
Concepción tiene 64 años. Uno más y se jubila, por fin. Trabajaba como enfermera desde hacía más de 30 años, cuando en el hospital la promovieron de mucama a auxiliar. Estaba terminando de limpiar y acondicionar el quirófano de la guardia. Había quedado muy sucio y desprolijo luego del fallecimiento de esa chica morochita. Nunca la había visto por el hospital, seguro que no vivía en el barrio. Así sucedía con las mujeres que venían golpeadas, casi siempre por sus maridos. Consultaban en otro hospital, y si las cosas andaban bien, antes que cayera la policía, se fugaban. Pero esta chica no tuvo tiempo. Tenía un fuerte golpe en la cabeza y a la media hora de haber ingresado entró en coma. A Concepción le pareció una eternidad el tiempo que tardaron en llegar el neurólogo y el cirujano. Discutieron un rato si iban a operarla o no, cuando entró el Terapista y sugirió intubarla y ponerle asistencia respiratoria. Una hora después falleció. Recién entonces llegó la policía.
Concepción se sorprendió acariciándose una vieja cicatriz en su brazo derecho. Pero eso era otra cosa: su marido siempre la quiso.


MujeresSilvio Rodriguez

Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos
hacia la estrella de aquella otra madre mayor.
Y cómo los recogía del polvo teñidos
para enterrarlos debajo de su corazón.

Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.

Me estremeció la muchacha
hija de aquel feroz continente
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.

Me han estremecido un montón de mujeres,
mujeres de fuego, mujeres de nieve.

Pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido,
lo que a mi más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos.

Me estremeció la mujer que parió once hijos
en el tiempo de la harina y un kilo de pan
y los miró endurecerse mascando carijos.
Me estremeció porque era mi abuela además.

Me estremecieron mujeres
que la historia anotó entre laureles.
Y otras desconocidas, gigantes,
que no hay libro que las aguante.

lunes, 2 de marzo de 2009

Sala de Espera. Lo que no llega al Consultorio



Por Mario Martínez

-Este premio debe ser asumido por todo el personal como un logro colectivo. Desde nuestra llegada a la Dirección buscamos afanosamente la excelencia, decía el director del hospital.
-Perdón, murmuró por lo bajo Antonio, ¿Dijo buscamos afanosamente o buscamos afanar?
-Vos mejor callate, le contestó Edgardo, son el menos indicado para hacer comentarios éticos.
-Che, hagan silencio, terminó Mariano, que todo el mundo se da vuelta.
El director siguió por un buen rato enumerando lo que en definitiva eran sus propias virtudes, esforzándose para que parezcan las de la institución que “tan dignamente conducía”.
Ya en el bar del hospital, Antonio volvió a la carga –En serio, ¿Ustedes creen que con toda la guita que vino de la fundación alcanzaba solamente para hacer esa investigación de cuarta? Además, que casualidad: los investigadores principales, o sea los que se llevaron los honorarios más altos, eran precisamente el director y su hijo.
-Te repito, insistió Edgardo, sos el menos indicado. Recuerdo perfectamente que hace dos años le pirateaste una monografía a una residente tuya, y la convertiste en el premio de las jornadas anuales del hospital. No tenés estatura moral para hacer ese comentario.
-Pido gancho, si que la tengo, replicó Antonio, puede ser que te reconozca que algo de pirateada hubo, eso si, sin micrófonos y sin testigos. Pero al menos no le saqué un mango a nadie.
-Che, otra vez ustedes dos, trató de mediar una vez más Mariano, van a conseguir que me caiga mal el café.
-No te confundas, aclaraba Edgardo, no es que yo esté en desacuerdo con lo que opina Antonio, solo me parece injusto que sea precisamente él el que se crea con derecho a juzgar. Pero está bien claro que el director se afanó, por las buenas o por las malas, la mayor parte de la guita de la donación.
-¿Y a vos que te preocupa? Le contestó Mariano, ¿Acaso la sacó de tu bolsillo?
-Ah, fenómeno, comenzó a impacientarse Edgardo, así que si no es mía la guita no tengo que preocuparme. ¿Y quién te asegura que un tipo así no te va a afanar a vos mismo, si se le presenta la oportunidad?
-¿A mi? Sobreactuó su ingenuidad Mariano, ¿Si yo nunca me meto con nadie?
-Precisamente, afirmó Edgardo, vos pasás todo el tiempo mirándote el ombligo. El resto del mundo puede acabarse que vos, seguís tranquilo.
-¿Y qué esperás? Continuó defendiéndose Mariano, ¿Qué hagamos como vos, que perdés el tiempo preocupándote por todo el mundo?
Edgardo en ese momento abandonó toda rigidez, y adquirió un tono intimista:-En todo caso, muchachos, yo elegí perder mi tiempo. En cambio ustedes, aceptaron que les robaran las esperanzas.



MILONGA DE LA GANZÚA (Los ladrones)
Letra de Raúl Gonzáles Tuñón
Música de Juan Carlos “Tata” Cedrón
Intérprete: Cuarteto Cedrón.

Recitado

Los ladrones usan gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas, y sino, no...; algunos llevan una linterna sorda en el bolsillo.
Por otra parte, se enamoran de robustas muchachas, coleccionan tarjetas postales y, a veces, lucen un tatuaje en el brazo izquierdo, una flor, un barco y un nombre: Rosita. Todos los ladrones están enamorados de Rosita y yo también, Los ladrones saben silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el vals. Aman sobretodo a su madre anciana y cuando esta se les muere cantan un tango, lloran desconsoladamente y de los objetos dejados por la muerta a repartirse entre los hermanos eligen... una virgen de plata y el canario.

Cantado

Vengan a verlos por la mañana
con la gorra hasta las orejas,
han desvalijado a las viejas
del asilo de las Hermanas.

Dilapidarán sus dineros
con mujeres y malandrinos
en tugurios y merenderos
en milongas y clandestinos,

Oirán un tango de Pracánico
y en lo del Pena, Ole con Ole
mientras sueñan con Rocambole
las muchachas en el Botánico

Del Parque Goal el payador
humedecerá sus mejillas
cantando sombrías coplillas
a la manera de Olivari.

A la noche, con la mamúa
irán de pura recalada
a besar la crencha angrasada
que cantó Carlos De La Púa

Y son humanos, inhumanos,
fatalistas, sentimentales,
inocentes como animales
y canallas como cristianos.

Ninguna angustia los desgarra,
cada cual vive como quiere,
cuando la madre se les muere
le ponen luto a la guitarra.