lunes, 9 de marzo de 2009
Sala de Espera. Lo que no llega al Consultorio
Por Mario Martínez
Milagros tiene 15 años. Había nacido y crecido en Nuevo Alberdi, en las afueras de Rosario.
Nunca nada había sido fácil. Excepto enamorarse de aquel chico. No supo bien de donde apareció, pero a partir de ese momento pasó a ocupar todo su mundo. Hasta que tuvo el primer atraso. La falta de su menstruación coincidió con la ausencia de su pareja.
Todo esto lo recordaba al compás del rechinar del viejo elástico de la cama que ocupaba. Allí se había enterado que estaba en trabajo de parto. Junto a ella había otra paciente, una mujer grande. Se la veía tranquila, más bien aburrida. Hasta había aprovechado una ausencia de las enfermeras para fumar un cigarrillo.
Milagros en cambio estaba muy asustada. Tanto los relatos de su madre como los de sus amigas, o de otras mujeres de la familia o del barrio, le anticipaban que ahora llegaría lo peor: dolor, sangre. Milagros hubiera deseado tener a alguien junto a ella, alguien que la quisiera un poco.
Gloria tiene 38 años. Hace dos que trabaja en la terminal de Once limpiando los baños. Nunca le gustó ese trabajo, pero al menos consiguió que no la echaran en todo ese tiempo, como había sucedido con los anteriores. Ella se esforzaba por hacer exactamente todo lo que le pedían. Pero igual llegaba ese día en que le “comunicaban que prescindirían de sus servicios”. Ella no usaba esas palabras, las había aprendido de tanto ser echada.
Ahora respondía las preguntas del policía que le tomaba declaración. Gloria había denunciado la presencia de un feto humano en uno de los baños. Sabía que a partir de ese hecho, otra vez iría a parar a la calle. Sabía que lo peor que podía hacerle a un patrón, era traerle problemas.
Gloria lloraba en silencia, en parte por su futuro cierto, y en parte pensando que habrá sido de la pobre chica que abortó.
Concepción tiene 64 años. Uno más y se jubila, por fin. Trabajaba como enfermera desde hacía más de 30 años, cuando en el hospital la promovieron de mucama a auxiliar. Estaba terminando de limpiar y acondicionar el quirófano de la guardia. Había quedado muy sucio y desprolijo luego del fallecimiento de esa chica morochita. Nunca la había visto por el hospital, seguro que no vivía en el barrio. Así sucedía con las mujeres que venían golpeadas, casi siempre por sus maridos. Consultaban en otro hospital, y si las cosas andaban bien, antes que cayera la policía, se fugaban. Pero esta chica no tuvo tiempo. Tenía un fuerte golpe en la cabeza y a la media hora de haber ingresado entró en coma. A Concepción le pareció una eternidad el tiempo que tardaron en llegar el neurólogo y el cirujano. Discutieron un rato si iban a operarla o no, cuando entró el Terapista y sugirió intubarla y ponerle asistencia respiratoria. Una hora después falleció. Recién entonces llegó la policía.
Concepción se sorprendió acariciándose una vieja cicatriz en su brazo derecho. Pero eso era otra cosa: su marido siempre la quiso.
MujeresSilvio Rodriguez
Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos
hacia la estrella de aquella otra madre mayor.
Y cómo los recogía del polvo teñidos
para enterrarlos debajo de su corazón.
Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.
Me estremeció la muchacha
hija de aquel feroz continente
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.
Me han estremecido un montón de mujeres,
mujeres de fuego, mujeres de nieve.
Pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido,
lo que a mi más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos.
Me estremeció la mujer que parió once hijos
en el tiempo de la harina y un kilo de pan
y los miró endurecerse mascando carijos.
Me estremeció porque era mi abuela además.
Me estremecieron mujeres
que la historia anotó entre laureles.
Y otras desconocidas, gigantes,
que no hay libro que las aguante.
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1 comentario:
Elvio de Bosques: Quiere agregar el problema del cigarrillo, ya que es muy perjudicial tanto para los fumadores activos como los pasivos.
Gustavo de Colegiales: envía saludos.
Carlos de La Boca: Coordina un grupo de personas de la Villa 21 y 24 que se encargan de la recolección de basura en la villa para que no sea arrojada al Riachuelo. Nos va a mandar un mail desarrollando bien de qué se trata el proyecto.
Catalina de Microcentro: Le sorprende mucho la contaminación ambiental que hay, cuando cuelga la ropa para que se seque y al poco tiempo está negra por el smog.
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