lunes, 27 de octubre de 2008

Sala de Espera. Lo que no llega al Consultorio


Por Mario Martínez

Decidió no almorzar. Sabía que la comida le caería mal.
Se fue a ese jardín pequeñito que está perdido en el fondo del Hospital, donde nadie la molestaría.
¿Cómo haría para volver a verlo? Se preguntaba una y otra vez.
Comenzó siendo una recorrida como todas: el Jefe de Sala al frente, los médicos internos, residentes y concurrentes detrás. Se detenían frente a cada cama, frente a cada paciente, y el médico responsable debía actualizar el informe.
Las preguntas del Jefe de Sala eran precisas, por lo tanto, las respuestas no debían demorarse.
A medida que se acercaban a la cama de Antonio, iba repasando los términos que emplearía. El diagnóstico aún no había sido confirmado, por lo tanto debía ser cuidadosa con sus afirmaciones.
Pero la pregunta la tomó de sorpresa. La invadió. La quebrantó.
¿Usted cree doctora que la cirugía aún puede ser de utilidad en un caso como este?
Con un fugaz desvío de sus ojos, advirtió que los de él la observaban detenidamente.
No, respondió lacónica.
¿Cómo haría para volver a verlo, a dirigirle la palabra?
Había confirmado que el final era inminente.
¿Cómo haría para contarle que a ella le dolía tanto como a él?
Un frío le invadió el pecho, hasta interrumpirle el aliento.
Las lágrimas comenzaron a brotar naturalmente.
Sus labios se abrieron para el murmullo. Solo alcanzó a oírse: - No me dejes…

El último rayo de sol de la tarde abandonaba la cabecera de su cama, para trepar muy poco por la pared, y desaparecer.
Las penumbras comenzaron a envolverlo, mezclándose con el efecto de las drogas analgésicas.
A pesar del sopor, no podía dejar de pensar lo que había sucedido esa mañana.
Lo repasaba, siempre igual, pero cada vez ensayaba una explicación diferente. Y ninguna alcanzaba a sellar la brecha que se había abierto.
¿Por qué ese médico tuvo que hacer esa pregunta tan desesperanzadora?
¿Qué necesidad tenía de pararla a Marina al borde del abismo?
Fue plenamente consciente del efecto que la misma provocó en la joven médica. Devastador.
Y luego, la soledad. Nadie volvió a acercarse a él el resto del día, como no fuera la mucama que le trajo el almuerzo, y la enfermera que le administró las drogas.
Y luego, la soledad. Pegajosa, densa, envolvente, asfixiante.
¡Cómo deseaba que Marina se acercase a hablar con él!
Mientras se dormía, alcanzó a murmurar: - No me dejes…


No me dejesJacques Brel

No me dejes
No me dejes
Es necesario olvidarse
De todo puede olvidarse
Que ya se va
Olvidar la época
de los malentendidos
y del tiempo perdido
A saber cómo
Olvidar esas horas
que mataron a veces
a golpes de preguntas
el corazón de la felicidad
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Yo te ofreceré
las perlas de lluvia
venidas de países
en donde no llueve
Cavaré la tierra
hasta después de mi muerte
para cubrir tu cuerpo
de oro y de luz
Haré un país
Donde el amor será rey
Donde el amor será ley
Donde tu serás reina
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Inventaré
palabras absurdas
que tu comprenderás
Te hablaré
de aquellos amantes de allí
que vieron dos veces
arder sus corazones
La historia de ese rey
muerto por no haberte
encontrado
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Se ha visto a menudo echar fuego
en el viejo volcán cuando uno creía demasiado viejo
Resulta que las tierras quemadas
dan más maíz
que el mejor abril
Y que cuando viene la tarde
para que un cielo flamee
es necesario que el rojo y el negro no se mezclen
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No voy a llorar más
No voy a hablar más
Me esconderé allí
para mirarte
Bailar y sonreír
Llegar a ser
La sombra de tu sombra
La sombra de tu mano
La sombra de tu perro
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lombardi (U.N. de Quilmes): La filosofía de la que hablan es oriental, no occidental (Grecia pertenece a Oriente).

Soni de Solano: La gente debería influir en los medios porque estos influyen en los niños y jóvenes. Los medios deberían ser informales, discretos y didácticos.