lunes, 28 de septiembre de 2009

Sala de Espera: Lo que no llega al consultorio


Por Mario Martínez

Omar se encontraba cursando su segundo año en la residencia de cirugía. Estaba de novio con Ana. Planeaban casarse cuando Omar finalizase la residencia.
Ana era contadora. Cuando en las reuniones sociales predominaban los médicos ella no podía evitar sentirse extraña.
Lo quería mucho a Omar. Incluso lo admiraba por su dedicación a la profesión.
Esa noche Omar cenaría en el departamento de Ana, y dormiría allí.
-¿Qué tal la oficina, flaquita? La saludo Omar. Ana trabajaba en un estudio contable.
-Bien amor, hubo poco trabajo hoy, estuve por llamarte, le comentó Ana.-¿Y vos, qué tal? Se interesó.
-No, yo estuve tapado de laburo, contó Omar.-A la mañana tres cirugías, un paciente que se descompensó en la sala, dos ingresos. Creo que tengo los dedos gastados de tanto escribir.
Ella se acercó, lo beso brevemente en los labios y le propuso:-¿Por qué no vas abriendo esta botella de vino y te sentás? Yo ya sirvo la comida.
Rieron mucho durante la cena. Y tuvieron tiempo incluso para el amor, la pasión y el descanso.
A la semana siguiente Ana lo llamó al mediodía:-Perdoná que te moleste en el trabajo.
-Si, la verdad que no es un buen momento, le contestó secamente Omar.
-Creeme, necesito que me hagas un gran favor, comenzó a explicarle Ana con tono de disculpa.
-Bueno, contame rapidito que tengo mucho laburo, la frenó Omar.
Ella fue breve y precisa. Cuando terminó la llamada volvió a sentir esa sensación de extrañamiento.
Esa noche no se vieron. Ana durmió poco y mal.
A la noche siguiente Omar la visitó en su departamento:-¿Qué hacés flaquita? ¡Que linda que estás hoy!
-Decime Omar, comenzó Ana con cierta frialdad:-¿Ayer me quisiste?
-¿Qué me preguntas flaquita? Se mostró sorprendido Omar:-Yo te quiero todos los días ¿No lo sabías?
-¿Vos te acordás como me trataste ayer por teléfono? Le preguntó Ana, que no cedía en su frialdad y su enojo.
Omar entonces comprendió:-Si, la verdad, perdoname. Ayer tuve un día horrible, y vos la ligaste de rebote. Eso está muy mal, ya lo se, pero salió así. ¿Me podrás perdonar?
-Yo te puedo perdonar, comenzó Ana, y la dureza de su mirada tuvo un destello de suavidad.-Pero no quiero que seamos la continuidad de las basuras del día que vivió cada uno. Yo quiero que nos acompañemos para ser mejores personas.
Omar comprendió muy bien lo que Ana le estaba diciendo. Por eso no pudo menos que abrazarla. Y también la besó.
Días y flores
(Silvio Rodríguez)

Si me levanto temprano,
fresco y curado,
claro y feliz,
y te digo: «voy al bosque
para aliviarme de ti»,
sabe que dentro tengo un tesoro
que me llega a la raíz.

Si luego vuelvo cargado
con muchas flores
(mucho color)
y te las pongo en la risa,
en la ternura, en la voz,
es que he mojado en flor mi camisa
para teñir su sudor.

Pero si un día me demoro, no te impacientes,
yo volveré más tarde.
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día,
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba, la rabia de muerte,
la rabia imperio asesino de niños,
la rabia se me ha podrido el cariño,
la rabia madre por dios tengo frío,
la rabia es mío, eso es mío, sólo mío,
la rabia bebo pero no me mojo,
la rabia miedo a perder el manojo,
la rabia hijo zapato de tierra,
la rabia dame o te hago la guerra,
la rabia todo tiene su momento,
la rabia el grito se lo lleva el viento,
la rabia el oro sobre la conciencia,
la rabia —coño— paciencia, paciencia.

La rabia es mi vocación.

Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera ponte alma nueva
para mi más bella flor.

sábado, 19 de septiembre de 2009

SALA DE ESPERA: Lo que no llega al consultorio...


Por Mario Martínez

Isabel formaba parte de la Comisión Vecinal, y era la delegada para participar en las reuniones del Consejo de Salud que se reunía mensualmente en la Unidad Sanitaria.
Era una mujer joven y de convicciones firmes. Tuvo la oportunidad de estudiar y no la desaprovechó, ampliando con conocimientos su natural inteligencia.
Además, era una mujer bonita. Su piel reflejaba su raza. Y en esta parte del mundo también su clase social.
Leandro, el enfermero de la Unidad Sanitaria, comentaba que tenía que salir a alinear las baldosas cada vez que Isabel pasaba por la vereda.-Si la ves caminar, es imposible que no te pase algo, afirmaba.
Sergio, en cambio, es médico, y apenas sonríe cuando Leandro hace ese tipo de comentarios. Lo que sucede es que a él Isabel le impresiona mucho. Es decir: le gusta mucho, pero concluyó que jamás se lo dirá. La considera muy lejana a sus posibilidades.
Ese sábado se reunía el Consejo de Salud para escuchar el informe epidemiológico que el Hospital había elaborado en base al año 2008. El encargado de la lectura era precisamente Sergio.
-Durante el año 2008, comenzó Sergio, el Hospital, con 90 camas, tuvo 2.400 egresos, esto es, 2.350 pacientes que fueron dados de alta y 50 que fallecieron. En promedio cada paciente estuvo internado 13 días. 760 fueron niños, 810 partos y 830 se repartieron entre clínica y cirugía. Los pacientes fallecidos corresponden exclusivamente a estas dos últimas categorías.
-En cuanto a consultorios externos, siguió Sergio, el Hospital realizó 71.900 consultas: 14.000 entre clínica y cirugía, 3.500 de pediatría, 2.400 de obstetricia, 28.800 de guardia y el resto controles de salud en todas sus formas.
-¿No son pocas consultas de obstetricia? Quiso averiguar Isabel.
-Mirá, comenzó a responder Sergio, nos da un promedio de tres consultas por cada embarazada. Queremos llegar a cinco, pero nos cuesta mucho conseguir que la primera consulta por control de embarazo se haga precozmente.
-Con otras vecinas estuvimos haciendo un afiche para fomentar el control precoz, explicó Isabel, y comenzó a desplegar el afiche sobre la mesa.
Ante cada pregunta de los asistentes, Isabel estiraba su cuerpo sobre el afiche para señalar con más precisión. Sergio se dio cuenta que le prestaba mucha más atención al cuerpo de Isabel que al afiche.
-¿Y vos como lo ves, Sergio? Le disparó Leandro a quemarropa.
Sergio tuvo que pensar rápido una respuesta, tratando de disimular que lo único que había visto con atención no era precisamente el afiche.
-Bien, comenzó Sergio, me parece bien. Restaría saber como vamos a financiar la impresión.
-Pensamos en algo, le respondió Isabel, después de la reunión te lo cuento.
-Bueno, se animó Sergio, después de la reunión dejo que me lo cuentes…


La flor de la canela
(Chabuca Granda)

Déjame que te cuente limeño
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda

Déjame que te cuente limeño
Ahora que aún perfuma el recuerdo
Ahora que aún se mece en un sueño
El viejo puente, el río y la alameda

Jazmines en el pelo y rosas en la cara
Airosa caminaba la flor de la canela
Derramaba lisura y a su paso dejaba
Aromas de mistura que en el pecho llevaba

Del puente a la alameda, menudo pie la lleva
Por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera
Recogía la risa de la brisa del río
Y al viento la lanzaba, del puente a la alameda

Déjame que te cuente limeño
Ay, deja que te diga, moreno, mi pensamiento
A ver si así despiertas del sueño
Del sueño que entretiene, moreno, tu sentimiento

Aspira de la lisura que da la flor de la canela
Adornada con jazmines, matizando su hermosura
Alfombra de nuevo el puente, y engalana la alameda
Que el río acompasará su paso por la vereda

Y recuerda que

Jazmines en el pelo y rosas en la cara
Airosa caminaba la flor de la canela
Derramaba lisura y a su paso dejaba
Aromas de mistura que en el pecho llevaba

Del puente a la alameda menudo pie la lleva
Por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera
Recogía la risa de la brisa del río
Y al viento la lanzaba, del puente a la alameda.