No me olvido más…
por MARIO MARTINEZ
¿Qué es tan poderoso como para hacer que recordemos la mejor versión de nuestras vidas?
Recuerda que el papel no dejaba dudas: ese valor de sub unidad beta correspondía a un embarazo de 8 semanas.
Recuerda que el médico la recibió sonriendo, le preguntó amablemente como estaba, y ante su respuesta, que pareció ignorar, le solicitó el resultado del examen.
Recuerda que lo leyó con cara de satisfacción, y se dirigió a ella como quien entra triunfal a una ciudad conquistada: señora, la felicito, tiene un embarazo de 8 semanas. Transmítale mis felicitaciones a su esposo.
Mi esposo me dejó el domingo pasado, le respondió, por eso le decía que no estaba muy bien.
Pero ¿Cómo, no entiendo? Buscan un embarazo y él la deja.
Bueno, no es exactamente así. Yo buscaba un embarazo. Él es más grande que yo, veinte años más. Cuando se lo conté, lo primero que dijo es que no era de él, que no podía ser padre a su edad.
¿Y eso es cierto?
¡Doctor!
Discúlpeme, pero no entiendo la duda de el… su … esposo…
Recuerda que esa conversación recuperó la razón cuando quedó claro que la cobertura que su esposo le daba quedaba suspendida, por lo que ella debería buscarse otro lugar de atención. Ella estaba trabajando en negro.
Recuerda que a la enfermera de la salita la conoció en el supermercado, le llamó la atención su guardapolvo. Conversando, le preguntó en que escuela trabajaba, y ella le aclaró que en la unidad sanitaria municipal que estaba a seis cuadras de su casa.
Cuando le contó lo que le estaba pasando, le aclaró que ella podía atenderse en ese lugar sin problemas. Sus palabras le resultaron extrañas. No se imaginaba como paciente en una salita.
Recordó que luego de una semana se animó, sacó turno y asistió a la primera consulta. La médica le hizo muchas preguntas que ya le habían hecho. Como vio su malhumor, le propuso que, dado que tendrían muchos meses por delante, y muchas consultas, las preguntas mejor las haría de a poco.
Recuerda que se preocupó especialmente por su situación de soledad. Le informó que en la salita también atendían un psicólogo y una trabajadora social, y que tal vez podrían ayudarla.
Cuando buscaba quedar embarazada había decidido que, si era un varón, se llamaría como el padre. Recuerda que cuando el psicólogo se enteró que el nene llevaría su nombre se emocionó, y hasta le dio un beso.
Recuerda que cuando lo llevó al primer control, salieron todos a saludarla.
¡Es igual a vos! Le repetía la doctora.
¿Me dirías lo mismo si hubieras conocido al padre? Le preguntó.
Por más que se esfuerza, no puede recordar que le contestó.
Vete de mí (Homero y Virgilio Expósito – 1946)
Tu, que llenas todo de alegría y juventud
que ves fantasmas en las noches de trasluz,
y oyes el canto perfumado del azul
Vete de mi.
No te detengas a mirar las ramas viejas del rosal
que se marchitan sin dar flor
mira el paisaje del azul
que es la razón para vivir y amar
Yo, que ya he luchado contra toda la maldad
tengo las manos tan desechas de apretar
que no te puedo sujetar
Vete de mi
Será en tu vida lo mejor, de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar
como es mejor el verso aquel
que no podemos recordar.
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