
Por Mario Martínez
Omar se encontraba cursando su segundo año en la residencia de cirugía. Estaba de novio con Ana. Planeaban casarse cuando Omar finalizase la residencia.
Ana era contadora. Cuando en las reuniones sociales predominaban los médicos ella no podía evitar sentirse extraña.
Lo quería mucho a Omar. Incluso lo admiraba por su dedicación a la profesión.
Esa noche Omar cenaría en el departamento de Ana, y dormiría allí.
-¿Qué tal la oficina, flaquita? La saludo Omar. Ana trabajaba en un estudio contable.
-Bien amor, hubo poco trabajo hoy, estuve por llamarte, le comentó Ana.-¿Y vos, qué tal? Se interesó.
-No, yo estuve tapado de laburo, contó Omar.-A la mañana tres cirugías, un paciente que se descompensó en la sala, dos ingresos. Creo que tengo los dedos gastados de tanto escribir.
Ella se acercó, lo beso brevemente en los labios y le propuso:-¿Por qué no vas abriendo esta botella de vino y te sentás? Yo ya sirvo la comida.
Rieron mucho durante la cena. Y tuvieron tiempo incluso para el amor, la pasión y el descanso.
A la semana siguiente Ana lo llamó al mediodía:-Perdoná que te moleste en el trabajo.
-Si, la verdad que no es un buen momento, le contestó secamente Omar.
-Creeme, necesito que me hagas un gran favor, comenzó a explicarle Ana con tono de disculpa.
-Bueno, contame rapidito que tengo mucho laburo, la frenó Omar.
Ella fue breve y precisa. Cuando terminó la llamada volvió a sentir esa sensación de extrañamiento.
Esa noche no se vieron. Ana durmió poco y mal.
A la noche siguiente Omar la visitó en su departamento:-¿Qué hacés flaquita? ¡Que linda que estás hoy!
-Decime Omar, comenzó Ana con cierta frialdad:-¿Ayer me quisiste?
-¿Qué me preguntas flaquita? Se mostró sorprendido Omar:-Yo te quiero todos los días ¿No lo sabías?
-¿Vos te acordás como me trataste ayer por teléfono? Le preguntó Ana, que no cedía en su frialdad y su enojo.
Omar entonces comprendió:-Si, la verdad, perdoname. Ayer tuve un día horrible, y vos la ligaste de rebote. Eso está muy mal, ya lo se, pero salió así. ¿Me podrás perdonar?
-Yo te puedo perdonar, comenzó Ana, y la dureza de su mirada tuvo un destello de suavidad.-Pero no quiero que seamos la continuidad de las basuras del día que vivió cada uno. Yo quiero que nos acompañemos para ser mejores personas.
Omar comprendió muy bien lo que Ana le estaba diciendo. Por eso no pudo menos que abrazarla. Y también la besó.
Días y flores
(Silvio Rodríguez)
Si me levanto temprano,
fresco y curado,
claro y feliz,
y te digo: «voy al bosque
para aliviarme de ti»,
sabe que dentro tengo un tesoro
que me llega a la raíz.
Si luego vuelvo cargado
con muchas flores
(mucho color)
y te las pongo en la risa,
en la ternura, en la voz,
es que he mojado en flor mi camisa
para teñir su sudor.
Pero si un día me demoro, no te impacientes,
yo volveré más tarde.
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día,
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba, la rabia de muerte,
la rabia imperio asesino de niños,
la rabia se me ha podrido el cariño,
la rabia madre por dios tengo frío,
la rabia es mío, eso es mío, sólo mío,
la rabia bebo pero no me mojo,
la rabia miedo a perder el manojo,
la rabia hijo zapato de tierra,
la rabia dame o te hago la guerra,
la rabia todo tiene su momento,
la rabia el grito se lo lleva el viento,
la rabia el oro sobre la conciencia,
la rabia —coño— paciencia, paciencia.
La rabia es mi vocación.
Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera ponte alma nueva
para mi más bella flor.